martes, 8 de octubre de 2013

Capítulo 2



Para entender la historia debéis leer desde el capítulo 1

Ayer no recordaba con exactitud ni tan siquiera mi nombre y hoy,  debería haber recordado esa secuencia de números que me acaba de gritar mi hermana por el auricular, no sé en qué estaba pensando la señora Noel, ¿es que aún no se ha dado cuenta de que ni la llamo por el nombre que me dijo cuando todavía estaba en el hospital?, no lo recuerdo. Es más sencillo sonreír y parecer un poco atontado, así nadie te exige nada, te tratan por alelado o simplemente, lo achacan al tiempo que has estado en coma.
La verdad es que no he dormido desde que desperté hace tres días, supongo que habré descansado lo suficiente como para aguantar un mes despierto. Y aunque siga sonando este aullido electrónico, propagándose por toda la calle, a mí, no me molesta. Se han asomado muchos vecinos que me miran con un cierto desdén, o más bien diría que es algo de odio, pero enseguida ven que soy yo y vuelven a sus casas. Supongo que quieren seguir durmiendo, puesto que no creo que las 3:51 como marca el reloj, sea hora de despertarse.
Si la señora Noel no me hubiera dejado solo en casa para calzarse a su amigo, el de las botas de cowboy, seguramente esto no habría sucedido, pero lo único que me ha dejado es un papel junto al teléfono con un número. Suerte que he deducido que sería el de su móvil, aunque ella jura y perjura que me lo había dicho antes de salir de casa, al igual que afirmaba que yo insistía en que se marchara tranquila, que me encontraba bien y que podía quedarme sólo. ¡Já!, si yo fuera ella no me fiaría de mí, de hecho soy yo mismo y no me fio, como hacerlo si sólo me queda el recuerdo ese de… bueno ese recuerdo, aunque el vino de su afirmación es de una calidad exquisita, así que debe ser cierto.
Lo peor de todo es que no cesa el aullido de la sirena, como tampoco cesan de aparecer ojos legañosos en la profunda oscuridad de la noche y todos me miran a mí, como si fuera yo el que hace la sirena, ¿de qué parecen culparme?
Es curioso lo que puede recordar una mente insana, por qué será que recuerdo con toda claridad y una transparencia casi perfecta, la letra de muchas canciones que me apasionan, incluso decimales del número pi, pero soy incapaz de acordarme de lo que significan los símbolos de este maldito panel que no para de parpadear, acompañando en este baile sonoro a la sirena que inunda el silencio de una noche ajetreada.
Antes ha venido el vecino de al lado vociferando, sé que era él porque lo he visto salir de su casa y también quería algo de mí, pero ahora ya no lo recuerdo, supongo que el gesto ese del dedo debe ser una forma de indicar el malestar causado por este infortunio. Es increíble cómo cambian los saludos y frases hechas en dos años. Aunque lo más sorprendente ha sido la forma de saludar de su mujer desde el porche de su casa, a la mortecina luz de la lamparita de la entrada, he podido ver cómo se levantaba el camisón y las enaguas, y entre aquellas bragas de ala ancha me mostraba su sexo mientras sacaba la lengua. No pensaba que pudiera tenerse más pelo ahí que en la cabeza de su marido, al que por cierto también lo he despedido de la misma forma que su mujer ha hecho conmigo, creo que eso lo ha descolocado, puesto que se ha marchado negando con la cabeza gacha y diciendo entre dientes, algo así como que todos los tontos tienen suerte.
Esto debe de ser algo divertido, puesto que se han congregado varios chicos en la acera de enfrente y se ríen con vistoso agrado. He pasado un rato sentado con ellos, ya que así me lo han pedido. Es curioso cuánto se puede aprender solo mirando algo, aunque vivo dentro de la casa, al verla desde otra perspectiva, me he dado cuenta de que no podría encontrarla paseando, puesto que no la reconocería. Así que me han apuntado el nombre de la calle en el brazo y el número en la frente, porque según ellos, no cabía entero desde la mano hasta el codo.
Estos chicos se han portado bien conmigo y han sido muy atentos, preocupándose de que si me perdiera alguien pudiera llevarme a casa. Además me han invitado a pasear con ellos en la noche, lo hemos pasado muy bien cantando y ayudando a la comunidad decorando las paredes y algunos vehículos, aunque yo creo que alguno ya era bonito tal y cómo estaba.
Para que conozca al vecindario o más bien lo reconozca de nuevo, han insistido en que saludara a todos y cada uno de ellos. A causa de esto he recibido varios halagos y otros insultos, nunca se puede caer bien a todos los vecinos, pero todas las mujeres se han reído, algunas de ellas se tapaban los ojos. Eso sí, me he resfriado por ir tanto tiempo desnudo.
Los chicos se han despedido de mí efusivamente y me han dejado en la puerta de casa, pero se han confundido, porque al intentar abrir ha aparecido en la puerta un señor molesto y vestido de una manera extraña, llevaba un arma en el cinturón y me ha llamado “preciosa”. Dentro de su casa vivían más personas vestidas de la misma manera estúpida. Me han sentado junto a una mesa con una chica que no paraba de sonreír y teclear todo esto en un ordenador. Eso sí tenía claro lo que era, un ordenador. ¿Por qué recordaré sólo algunas cosas?
Después de un rato ha llegado la señora Noel llorando y me ha abrazado mientras me reñía como a un niño. ¡No te he dicho que no salgas de casa! Me ha gritado, pero la verdad, no sé si lo ha hecho. El vino es el de antes. Cada vez me gusta más equivocarme. En estos momentos pienso que no es tan malo ser yo.
No han querido que les devuelva la manta con la que me han cubierto al entrar, y han insistido en que me lave la cara y los brazos cuanto antes. Ah, me acabo de acordar de lo que me han dicho los chicos, debía responder algo ante cualquier mención de lo que llevaba escrito en el cuerpo, y como un resorte lo he vociferado en la comisaría, que es como me han informado que se llamaba su casa:
-¡50 EUROS COMPLETO!, pero gracias ya me lleva mi hermana.
Eso también seguía recordando lo que era, una hermana.

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