Cuando hemos vuelto de ese sitio, la señora Noel no parecía
muy contenta, más bien parecía estar disgustada conmigo. Hay algo que me ha
recordado cuando hemos llegado a casa, aunque no creo que me lo había dicho
antes.
Desde hace un par de días me obliga a escribir este diario,
pero cada vez tardo más puesto que como no recuerdo lo que he escrito ya, debo
volver a leer todo de nuevo, así pues, cuanto más escribo más tengo que leer.
La mejor noticia es que estoy aprendiendo a teclear con soltura, creo que lo ha
llamado memoria muscular, eso está bien, que al menos mis músculos se acuerden
de algo, Si lo necesito les preguntaré. (Esto es un chiste, algo que también me
ha recomendado que aclare, puesto que no es capaz de diferenciar, cuándo digo
algo en serio y cuándo en broma. Y luego dice que el raro soy yo)
Se llamaba centro comercial, me ha hecho anotarlo en un
papel de la libretita que llevo siempre en el bolsillo, para que comience a
relacionar nombres con lugares. Es un juego divertido, pero a veces parece que
a la gente no le guste, porque escribo cosas que no están relacionadas, como
por ejemplo en este “centro comercial”: He pasado dentro de una librería
preciosa en la que habían muchos libros y le he preguntado al tendero, creo que
se llama tendero, si lo que se veían desde fuera en las estanterías eran los
lomos de los libros…. Pero se ha molestado cuando le he pedido que me pusiera
“cuarto y mitad” y le quitase la grasa. Estoy seguro de que se lo he oído decir
de esa misma manera a la señora Noel.
Aquel era un lugar maravilloso, cualquier cosa que pudiera
imaginar estaba allí dentro. Era una casa enorme con gente disfrazada de la
misma manera y que no hacían otra cosa, que caminar con prisa de aquí para allá
con gesto enfadado. He descubierto que hay unas grandes neveras en las que
guardan el desayuno. Así que he aprovechado para comer algo, en casa tienen la
nevera cerrada con un candado, porque la
señora Noel dice, que no recuerdo cuándo he comido y que siempre estoy
“llenando el buche”. Al recordar aquello, he ido a la zona donde estaban los
libros, aunque no a la librería de antes para que no se volviera a molestar el
tendero, y he buscado la palabra “buche”. No eran los libros que había visto
antes, estos eran más estrechos y con muchas fotos bonitas. Un señor muy amable
me ha ayudado a entender la palabra, cuando se ha dado cuenta de que había
subrayado ya las palabras que no eran “buche,” como me ha enseñado mi hermana
en casa, y se ha ofrecido muy amablemente a meterme el puño hasta el buche para
mostrármelo.
Me ha dicho que si estoy “gilipollas” o algo por el estilo,
creo que eso es un insulto, pero me ha parecido algo incongruente, puesto que
me estaba mostrando frente a la cara, el mismo puño que hacía tan solo unos
segundos se había ofrecido para buscarme el buche. Así pues, ha seguido
preguntándome si pensaba pagar las
revistas playboy que acababa de estropear, pero no me dejan llevar dinero, así
que me ha cogido de la mano y me ha llevado con otro señor de uniforme como el
de la…. No recuerdo el nombre ahora, cosiría o comisiría o algo por el estilo,
vamos donde estaban los chicos uniformados de la semana pasada. Este hombre
parecía vestido de la misma forma, pero no era ninguna comisería, estaba junto
a las puertas de acceso. Ha intentado ponerme unas pulseras muy incómodas
cuando he gritado lo que me habían dicho mis amigos del barrio mientras me
bajaba los pantalones: “¡50€ COMPLETO!”. No creo que sea esa la forma de
saludar a la gente de uniforme y cada vez estoy más seguro, de que se confunden
mis amigos del barrio, porque cuando lo he hecho, muchas chicas se han reído
señalándome y un chico con algún tipo de enfermedad, me ha vuelto a ofrecer
buscar mi buche con su puño, pero el hombre de uniforme se lo ha impedido. Debe
de ser un acto de caridad o educación lo del puño frente a la cara y me ha
parecido que estaba enfermo, porque estaba deformado lleno de bultos y manchas
en la piel con formas extrañas. La camiseta que llevaba debía de ser de su
hermano pequeño o heredado de alguien más menudo, porque le venía muy, muy
estrecha, ensalzando más aun los bultos de esa enfermedad. También me ha dado
la impresión de que afecta al tono de la piel, porque parecía haber estado
semanas tomando el sol. Bueno, y al de la voz. También empleaba un vocabulario
reducido a tan sólo algunas palabras ininteligibles, conjugando verbos de una
manera extraña y propia de aquellos enfermos, estoy seguro; menos mal que no
estaba cerca la señora Noel, porque se hubiera escandalizado por la cantidad de
palabrotas que gritaba en público aquella persona. Debe de ser una enfermedad
mental, a mi me ha dado pena, parecía haber cogido la ropa de algún vertedero,
llevaba unos pantalones vaqueros muy rotos y una camiseta tan estrecha, que me
ha dado tanta pena, que me he comenzado a quitarme el resto de mi ropa para ofrecérsela,
mientras le ofrecía mi puño igual que él había hacho segundas antes.
Creo que eso no ha sido una buena idea, porque parecía
haberle dado un ataque, mientras se mordía la lengua y el labio, envuelto en
ira. El chico del uniforme se ha vuelto de nuevo hacia mí al comprobar la
reacción del pobre enfermo y me ha derribado antes de que consiguiera quitarme
del todo los pantalones. Le ha gritado un par de improperios al enfermo y luego,
me han llevado a una garita pequeña donde había muchas pantallas en las que
podía verse todo el “centro comercial”. Aun no comprendo por qué se veían en
blanco y negro, cuando estamos en pleno siglo 21, supongo que se verá mejor
así. En seguida han dicho mi nombre frente a un aparato que me han dicho que se
llamaba micrófono y se escucharía muy alto por los atramuces. Yo no me lo he creído
y ahora en casa he buscado la palabra altramuces por si estaba confundido, pero
no, resulta que es lo que yo pensaba: unos frutos que se comen como aperitivos
o se dejan secar, para alimentar al ganado, pero debe de ser cierto que se
escucha a través de ellos en el centro comercial, porque a los diez minutos ha
aparecido mi hermana a buscarme, es algo mágico. El paladar me ha regalado un
vino de mesa común, así que sabía que algo había hecho mal.
No me han dejado quedarme con las “esposas”, así me han
dicho que se llamaban las pulseras, pero me han dado un libro para colorear y
unos lápices de colores. Para mí que me han confundido con el enfermo de los
bultos, porque lo de los colores está bien, me sirve para subrayar las palabras
que ya he leído, como me ha enseñado, ¿pero lo del libro? Si son dibujos
infantiles de animalitos que conducen ambulancias y grúas. Ya no sé qué pensar,
pero me imagino que estos son los libros que interesan a los enfermos mentales,
¿a quién sino se le iba a ocurrir la idea de que un caniche pilote un
hidroavión? Me parecen unas tramas demasiado complejas para una mente tan
sencilla y limpia como la mía en este momento.
Por cierto, creo que lo que me había dicho la Señora Noel
antes de salir de casa, era que no hablara con nadie y no me separara de ella,
pero no me acuerdo.
Como mi hermana está cansada de que la llame señora Noel, me
ha pedido que la llame Noelia, ya que se parece a lo que recuerdo y resulta
menos “chistoso”, eso ha dicho. Aunque insiste en que se llama… jolines, vuelvo
a ser incapaz de acordarme de su nombre, así que le haré caso, la llamaré
Noelia.
Debe ser una buena idea, porque cuando lo pronuncio, me
viene un sabor intenso con mucho cuerpo al paladar. ¡Ah! Y una canción preciosa
a la memoria.
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