lunes, 14 de noviembre de 2016

Capítulo 3

Cuando hemos vuelto de ese sitio, la señora Noel no parecía muy contenta, más bien parecía estar disgustada conmigo. Hay algo que me ha recordado cuando hemos llegado a casa, aunque no creo que me lo había dicho antes.
Desde hace un par de días me obliga a escribir este diario, pero cada vez tardo más puesto que como no recuerdo lo que he escrito ya, debo volver a leer todo de nuevo, así pues, cuanto más escribo más tengo que leer. La mejor noticia es que estoy aprendiendo a teclear con soltura, creo que lo ha llamado memoria muscular, eso está bien, que al menos mis músculos se acuerden de algo, Si lo necesito les preguntaré. (Esto es un chiste, algo que también me ha recomendado que aclare, puesto que no es capaz de diferenciar, cuándo digo algo en serio y cuándo en broma. Y luego dice que el raro soy yo)
Se llamaba centro comercial, me ha hecho anotarlo en un papel de la libretita que llevo siempre en el bolsillo, para que comience a relacionar nombres con lugares. Es un juego divertido, pero a veces parece que a la gente no le guste, porque escribo cosas que no están relacionadas, como por ejemplo en este “centro comercial”: He pasado dentro de una librería preciosa en la que habían muchos libros y le he preguntado al tendero, creo que se llama tendero, si lo que se veían desde fuera en las estanterías eran los lomos de los libros…. Pero se ha molestado cuando le he pedido que me pusiera “cuarto y mitad” y le quitase la grasa. Estoy seguro de que se lo he oído decir de esa misma manera a la señora Noel.
Aquel era un lugar maravilloso, cualquier cosa que pudiera imaginar estaba allí dentro. Era una casa enorme con gente disfrazada de la misma manera y que no hacían otra cosa, que caminar con prisa de aquí para allá con gesto enfadado. He descubierto que hay unas grandes neveras en las que guardan el desayuno. Así que he aprovechado para comer algo, en casa tienen la nevera cerrada con un candado, porque  la señora Noel dice, que no recuerdo cuándo he comido y que siempre estoy “llenando el buche”. Al recordar aquello, he ido a la zona donde estaban los libros, aunque no a la librería de antes para que no se volviera a molestar el tendero, y he buscado la palabra “buche”. No eran los libros que había visto antes, estos eran más estrechos y con muchas fotos bonitas. Un señor muy amable me ha ayudado a entender la palabra, cuando se ha dado cuenta de que había subrayado ya las palabras que no eran “buche,” como me ha enseñado mi hermana en casa, y se ha ofrecido muy amablemente a meterme el puño hasta el buche para mostrármelo.
Me ha dicho que si estoy “gilipollas” o algo por el estilo, creo que eso es un insulto, pero me ha parecido algo incongruente, puesto que me estaba mostrando frente a la cara, el mismo puño que hacía tan solo unos segundos se había ofrecido para buscarme el buche. Así pues, ha seguido preguntándome  si pensaba pagar las revistas playboy que acababa de estropear, pero no me dejan llevar dinero, así que me ha cogido de la mano y me ha llevado con otro señor de uniforme como el de la…. No recuerdo el nombre ahora, cosiría o comisiría o algo por el estilo, vamos donde estaban los chicos uniformados de la semana pasada. Este hombre parecía vestido de la misma forma, pero no era ninguna comisería, estaba junto a las puertas de acceso. Ha intentado ponerme unas pulseras muy incómodas cuando he gritado lo que me habían dicho mis amigos del barrio mientras me bajaba los pantalones: “¡50€ COMPLETO!”. No creo que sea esa la forma de saludar a la gente de uniforme y cada vez estoy más seguro, de que se confunden mis amigos del barrio, porque cuando lo he hecho, muchas chicas se han reído señalándome y un chico con algún tipo de enfermedad, me ha vuelto a ofrecer buscar mi buche con su puño, pero el hombre de uniforme se lo ha impedido. Debe de ser un acto de caridad o educación lo del puño frente a la cara y me ha parecido que estaba enfermo, porque estaba deformado lleno de bultos y manchas en la piel con formas extrañas. La camiseta que llevaba debía de ser de su hermano pequeño o heredado de alguien más menudo, porque le venía muy, muy estrecha, ensalzando más aun los bultos de esa enfermedad. También me ha dado la impresión de que afecta al tono de la piel, porque parecía haber estado semanas tomando el sol. Bueno, y al de la voz. También empleaba un vocabulario reducido a tan sólo algunas palabras ininteligibles, conjugando verbos de una manera extraña y propia de aquellos enfermos, estoy seguro; menos mal que no estaba cerca la señora Noel, porque se hubiera escandalizado por la cantidad de palabrotas que gritaba en público aquella persona. Debe de ser una enfermedad mental, a mi me ha dado pena, parecía haber cogido la ropa de algún vertedero, llevaba unos pantalones vaqueros muy rotos y una camiseta tan estrecha, que me ha dado tanta pena, que me he comenzado a quitarme el resto de mi ropa para ofrecérsela, mientras le ofrecía mi puño igual que él había hacho segundas antes.
Creo que eso no ha sido una buena idea, porque parecía haberle dado un ataque, mientras se mordía la lengua y el labio, envuelto en ira. El chico del uniforme se ha vuelto de nuevo hacia mí al comprobar la reacción del pobre enfermo y me ha derribado antes de que consiguiera quitarme del todo los pantalones. Le ha gritado un par de improperios al enfermo y luego, me han llevado a una garita pequeña donde había muchas pantallas en las que podía verse todo el “centro comercial”. Aun no comprendo por qué se veían en blanco y negro, cuando estamos en pleno siglo 21, supongo que se verá mejor así. En seguida han dicho mi nombre frente a un aparato que me han dicho que se llamaba micrófono y se escucharía muy alto por los atramuces. Yo no me lo he creído y ahora en casa he buscado la palabra altramuces por si estaba confundido, pero no, resulta que es lo que yo pensaba: unos frutos que se comen como aperitivos o se dejan secar, para alimentar al ganado, pero debe de ser cierto que se escucha a través de ellos en el centro comercial, porque a los diez minutos ha aparecido mi hermana a buscarme, es algo mágico. El paladar me ha regalado un vino de mesa común, así que sabía que algo había hecho mal.
No me han dejado quedarme con las “esposas”, así me han dicho que se llamaban las pulseras, pero me han dado un libro para colorear y unos lápices de colores. Para mí que me han confundido con el enfermo de los bultos, porque lo de los colores está bien, me sirve para subrayar las palabras que ya he leído, como me ha enseñado, ¿pero lo del libro? Si son dibujos infantiles de animalitos que conducen ambulancias y grúas. Ya no sé qué pensar, pero me imagino que estos son los libros que interesan a los enfermos mentales, ¿a quién sino se le iba a ocurrir la idea de que un caniche pilote un hidroavión? Me parecen unas tramas demasiado complejas para una mente tan sencilla y limpia como la mía en este momento.
Por cierto, creo que lo que me había dicho la Señora Noel antes de salir de casa, era que no hablara con nadie y no me separara de ella, pero no me acuerdo.
Como mi hermana está cansada de que la llame señora Noel, me ha pedido que la llame Noelia, ya que se parece a lo que recuerdo y resulta menos “chistoso”, eso ha dicho. Aunque insiste en que se llama… jolines, vuelvo a ser incapaz de acordarme de su nombre, así que le haré caso, la llamaré Noelia.

Debe ser una buena idea, porque cuando lo pronuncio, me viene un sabor intenso con mucho cuerpo al paladar. ¡Ah! Y una canción preciosa a la memoria.

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